En su versión galega una de las canciones más bonitas del Xabarín Club. La original estaba en A Espuma das Cançóes un disco de Rui Veloso publicado en 2005, el primero después de muchos años. Miembro por nacimiento de la élite portuguesa, una armónica a los seis años le abrió las puertas del blues y de la música. Al mismo tiempo que él fue creciendo un tal Carlos Te, de clase obrera por nacimiento, que gustaba de escribirle cartas a Neil Young y sabía también hacer canciones.

El conocerse fue el comienzo del rock portugués. Este tema es un ejemplo. Como lo es su lucha contra el monopolio del fado en el mercado luso, lo que se dice un lobby, algo así como el flamenquito, aunque luchar contra eso sea una quimera. Veloso sólo cantaba en inglés, con las referencias de lo que le gustaba. Y entró en escena Carlos Te que pusó las letras que le faltaban al talento musical de Rui. Empezaron con fuerza, su primer disco en común, Ar de rock, fue un buen golpe en la mesa del mercado portugués. Alli estaba Chico Fininho, la canción que le valió pasados los años el apodo de pai do rock portugués. Dos personajes básicos del rock luso que demostraron que se podía hacer blues en portugués. Un tandem a prueba de bombas que se rompió de manera triste. De Carlos Te era la letra de Chico y la de esta Invençao. Veloso lo recuerda en el 2011 como una traición. Dejaron detrás nueve discos y canciones tan cantadeiras como esta. «Um homem estava sentado à sombra duma azinheira/ Quando ouviu na ramagem uma ave cantadeira/ Lançada em cantorias sem mensagem sem destino/ Ou talvez cantasse ao sol que subia mesmo a pino/ O homem era caçador cansado do seu caçar/ Tocado pela cantoria deu em querer cantar/ Subia a manhã dos tempos e não havia canções».

Os pais do rock portugués

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