Produce los últimos discos de Neil Young, recupera a Loretta Lynn y marca records de ventas en vinilo. Además se lleva a muerte y mantiene una guerra de declaraciones con los otros best-sellers del rock americano, los Black Keys. Es una de las más grandes estrellas del momento, con su vieja guitarra acústica y sus pintas de personaje de película de Tim Burton. Su entrada en escena en el 2003 fue impactante, el riff de «Seven Nation Army» se ha convertido en un himno mundial.

Pero mucho más que por eso White es respetado por ser una enciclopedia ambulante de la música americana, un erudito del blues y la música de raíces con el talento necesario para el siglo XXI, un personaje a la altura relativa de figuras como Young o el mismo Dylan. En el 2012 sorprendió con su primer disco como Jack White y un estilo más clásico pero también más personal. Para el disco se encarga hasta de tocar la batería en algún tema, y se da un paseo por el blues que en el fondo es lo que le hace pleitear con los de Akron. Tengo que reconocer que me gustan los BK pero White me parece que se mueve en otra dimensión más universal, Desde el comienzo este arcabuz está lleno del modo white, esa manera de cantar angustiado, y esa manera de sacudir las raíces, buscando el aliento poético del gran Dylan, «An ancient grand hotel of Persian thread and ivory/ And when your man would turn his head I’d see you look at me/ Pools of brown and sea of red/ And demons in your pocket/ That sang romance/ Performed a dance/ Inside of silver locket«.     

Buscando desesperadamente a Johnny Depp

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