Una vez agotado lo auténtico del punk quedó el negocio. En los primeros 80 se pusieron de moda los grupos-estética. Todo consistía en tener un look sorprendente,la música venia detrás. Productos de factoría, a veces tremendamente efectivos. Una vez pasada la furia, cuando los turistas empezaron a hacer fotos de punkies, comenzó la parte nueva romántica. Al principio, tanteando con tontadas como esta de Adam y las Hormigas.

La culpa de esto lo tenía Malcom Mclaren el manager de los Sex Pistols, detrás también de esta jugada. Faltaba poco para Boy George y una imagen rompedora era la mitad de un lanzamiento. Raídas levitas de gala vestidas por guerrilleros y en lo musical percusión tribal, y una guitarra efectiva como una steel, la marca de la casa. Un buen estribillo para cantar a gritos y pista llena. Las hormigas de Adam tenían un aire desértico, de guerrilleros latinoamericanos de la época de Juaréz. Los coros a lo Morricone le acababan de poner el punto. Duraron lo que una moda, tres meses. Tres meses suficientes para que una tribu de hormigas gritase «You may not like/ The things we do/ Only idiots/ Ignore the truth/ It’s easy to/ Lay down and hide/ Where’s the warrior/ Without his pride?» nos echasemos unos bailes, y por el Rastro apareciesen unas cuantas levitas más.

Todo por la imagen

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