Ya tardaba yo en meter esta canción que firmo Moris, el argentino que llegó a Madrid en el 75 porque un tal Comando Formosa había quemado el teatro donde iba a actuar en la Argentina pre-Videla. Una bendición para el rock español, al que le enseñó como «desde una visión de extranjero, de turista, de ciudadano español» como él mismo dice «que se podía hacer rock contando Madrid».

Y que también se podía hacer bailar una plaza de toros solo con una guitarra y la voz. Así lo ví un sábado por la mañana en Vista Alegre, antes de ser un pabellón. Dentro de «Fiebre de Vivir» los temas se reparten con equilibrio. Cada cara la abren tres rocks clásicos y la cierran tres baladas, también clásicas. Entre los rocks, «Sábado Noche», («sabes que trabajo en un bar de Hortaleza, soy el camarero que te sirve la cerveza «), el «Rock del Portal» o «Zapatos de Gamuza Azul». Entre las baladas, una sobre todas que habla del Vips de Princesa y de su plaza, un lugar que quien haya transitado por el Madrid del 78 con dieciocho años no olvida. Un silbido, una acústica y unos versos que se han grabado en muchas cabezas, «aquí estoy ahora, esperando a nadie, esperando nada, y una coca-cola tan roja y helada, …y en aquella mesa hay varias duquesas, una rubia inglesa come su hamburguesa, …árabes, franceses, tíos que parecen hippies y burgueses, un mundo borracho que va haciendo eses, que va haciendo eses…». Un disco más y la estela de Moris , a caballo entre Argentina y España, se perdió. Hace doce años, en el 2002, cumplió 60 y declaró, no sé si molesto, que se sentía una especie de institución argentina «como Nacha Guevara, pero sin tetas». Grande Moris.

Así lo ví un sábado por la mañana en Vista Alegre

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