Este huidizo nerd de camisas largas y gorra de asocial es una de las últimas sensaciones del no tan underground americano. Un canadiense de 24 años que se movió por Vancouver y Montreal hasta que en el 2012 editó «2» y se convirtió en uno de los favoritos de la página Pitchfork, una de las que cortan el bacalao. De ahí a la semifama, conciertos universitarios todos los que quieras, y a ser uno de los hipsters del momento, surfeando en la cresta de la ola new-folk. Y tan irónicamente incorrecto como para dedicarle una oda a su marca de tabaco preferida; Viceroy.

«Viceroy, as it’s getting later/ Heading for the corner/ Already running dry/And no, don’t let me see her crying/ Cause oh, honey I’ll smoke you till I’m dying/ Viceroy, don’t take me for a fool now…«. Y tiene mucha más miga de lo que uno se podría esperar. Como cualquier seguidor confeso de Jonathan Richmann, esconde algo detrás de la inocencia. Sus videos son muy inquietantes, casi tanto como él, jugando a ser un Jack Nicholson escapado del nido del cuco. Y aunque canciones como «The stars keep on calling my name» respiren por la guitarra calypso, aconsejo una visita de 39 minutos a este concierto (https://www.youtube.com/watch?v=wizAwUwdWsY), donde el grupo regala un concierto a sus admiradores de Pitchfork. En «Salad Days» su trabajo de 2014, toca absolutamente todos los instrumentos, pero el guitarrista que lleva en su directo es realmente muy bueno. Podrá ser como una de esas estrellas fugaces que tanto abundan, tan brillantes como efímeras, pero este es su momento. El juego final de las guitarras me está llamando a encender un cigarrito pero ya.

Echándose una calada

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