Con doce años en un verano aburrido de Madrid en la casa de los abuelos de avenida de los Toreros (me gustaba ese nombre) me salvaron los discos de la tía Margarita. Allí descubrí tres, Serrat, el albúm blanco de los Beatles y un cantautor uruguayo que se llama Daniel Viglietti. Ya me había llamado la atención «Mediterráneo» que ese año sonaba junto al Manolo Escobar de la minifalda y los toros en el autobús que por la mañana nos llevaba al CHA. Pero Margarita tenía también este disco de Machado que por aquellos tiempos era lo más.

Ará que tinc vint anys

Se editó en el 69 y de esa fecha es la grabaciòn del video que se hizo en Chile en la presentación del disco. Con el paso del tiempo, casi cincuenta años de la música, otros cincuenta de la letra, uno se pregunta si la poesía y estas cosas no son más que burlarse del tiempo, esa red tan metafísica en la que vivimos y a la que a veces incluso llamamos tiempo real. Quizá suene demasiado fuerte decir que Machado o Hernández sean pop, pero no lo es decir que lo fueron cuando el noi del Poble Sec se decidió, siguiendo la senda que habia abierto Paco Ibañez a musicar unos poemas que por otro lado lo pedían a gritos. «Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito. A mi trabajo acudo, con mi dinero pago el traje que me cubre y la mansión que habito, el pan que me alimenta y el lecho en donde yago. Y cuando llegue el día del último vïaje, y esté al partir la nave que nunca ha de tornar, me encontraréis a bordo ligero de equipaje, casi desnudo, como los hijos de la mar» Un Machado orgulloso y premonitorio.

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