Hay un Sur en los States que no es tan yanki como a los patriotas les gustaría y que me tiene musicalmente atrapado. Un Sur de negros y restos franceses, de pereza y de melaza, de barcos de ruedas y jugadores, donde a los tramposos se les pasea untados de brea y plumas, un Sur donde apenas hubo indios ni fuertes, pero que fue tan importante en la independencia como el Norte. La ciudad francesa de Nueva Orleans siempre ha ido por libre en lo musical, llena de acordeones y pianos, de rio y lodo.

Allen Toussaint en la época de «Southern Nights»

En los 70 AT ya era un músico veterano, cotizado arreglista y pianista de sesión, pero nunca había lanzado trabajos en solitario. En el 75 hizo su albúm sureño, todas las canciones de «Southern Nights» («Last Train», «Basic Lady», «Country John») tienen este aire indolente, acentuado por una voz que parece ir una décima de segundo detrás de la música. Con un colchón de piano como la neblina que sale del río al atardecer, con la nostalgia del porche, la limonada  y la tradición cajun. «Southern nights have you ever felt a southern night? Free as a breeze not to mention the trees. Whistling tunes that you know and love so. Southern nights just as good even when closed your eyes. I apologize to anyone who can truly say, that he has found a better way». En el 77 a Glen Campbell, un cantante country, le dijeron que acelerará el ritmo de la canción y tendría un hit. Así fue. Las noches sureñas de Lousiana pasaron a ser las noches sureñas de Arkansas y Allen Toussaint nunca ganó tanto dinero.

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