De cuando pillaba el DiscoExpress del quiosco de General Perón recuerdo una crónica de un caótico concierto en León donde colocaron a Nico junto a Triana, Coz e Iceberg, un cartel muy de la época. El corresponsal hablaba de una Nico totalmente ausente, con aires de gran estrella decadente. El festival resultó una ruina algo de lo que ella ni se enteró.

Cuando llegó a la Velvet ya estaba de vuelta de todo. Recorrió Paris en los primeros sesenta como modelo cotizada, y en España fue la chica que se paseaba en el caballo blanco de Terry. Hija de un oficial nazi las injquietudes de Nico no iban por posar sino por la música. Andy Warhol la conoció en París y la llevo a NY donde Cale le enseñó música mientras ella conocía a Dylan y Jim Morrison le leía poesías. Fue condición de Warhol que no habría Velvet si Nico no cantaba. La voz monocorde, su amateurismo y su presencia hierática fueron la seña de identidad con la que se apropió de alguna de las mejores canciones de Reed (Sunday Morning, I´ll Be Your Mirror, Femme Fatale) haciéndolas únicas. En el 67 saca su primer disco en solitario, Chelsea Girls y allí están Cale, Morrison y Reed, ha aprendido a cantar mejor y no se separa de su armonio. En este The Fairest Of The Seasons la guitarra la pone un joven Jackson Browne, autor de una canción que Nico sabe llevar a su terreno. «Now that I’ve tried/ Now that I’ve finally found that this is not the way/ Now that I turn/ Now that I feel it’s time to spend the night away/ I want to know do I stay or do I go/ And maybe finally split the rhyme/ And do I really understand the undernetting?».

Cale y Nico, una viola y un armonio

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