Mi hermana pequeña se ha ido a vivir a Mallorca. Llegó desde Granada después de tres años en Santiago de Chile viviendo la vida austral. No está mal. Y quejándose del ambiente insular le recordaba yo estos locos de los 90 que fueron protagonistas de la segunda ola del hip-hop español. Los mejores años, sí. Había freestyle y peleas de gallos pero también canciones curradas, bases y estilos, acentos y flows de aquí y de allí. Sololosolo o El Dissop en Barna, Violadores del Verso en Zaragoza, la gente de Torrejón en Madrid con el Club de Los Poetas, después saldría La Excepción o SFDK, Tote King o Triple X en Sevilla. Pero a ella le sonaba a viejo.
Y tiene razón, puede que se venda aún el tetrabrik de Don Simón pero han pasado veinte años desde que estos mallorquines con gusto por el humor macarra se largaban esta políticamente incorrecta estampa de la vida vista desde la óptica de un vinachero. Tan incorrecta como certera y con rima rotunda estos amantes del reggae y el funk se reían de todo. Sus sucesivas reencarnaciones tomaron nombres tan sonoros como Los Cuñaos del Fonk pero la visita al estrellato fue con la Batalla de Cazalla del 96. Ya lo decía Hermano L, «No nos tomábamos mucho en serio a nosotros mismos, pero siempre hubo allí un componente egocéntrico de tirarnos flores y vacilar. Si no, no sería hip hop, seríamos Delafé y Las Flores Azules». Su manera de hacer era descarada y hay gotas de los mallorquines en muchos más grupos de los que parece. «Remójate el gaznate con un buen Don Simon/ aclara tu garganta y calienta la voz/una toalla buena se llama Don Simón/ que le den por el culo al del Dom Perignon». Entre tanta angustia narcisista que rodeaba el hip-hop estos tios sabian gallear y vacilar y cuando les apetecía marcarse algo con tanta incorrección y descojone como esto.