No quiero ser irrespetuoso pero ahora que vivo aquí al lado y oigo como la figura de Camarón se mezcla con promesas políticas y discusiones sobre derechos entre la marca y la familia, me acuerdo de otro rey, de Elvis,  y también de Memphis y entiendo que San Fernando, salvando las distancias, aunque no tenga su Graceland, también sea centro de peregrinación para los aficionados al flamenco de todo el mundo. Y lo digo en serio. Sin Camarón ni se entendería el flamenco ni se entendería la España de hoy.

Toda gran estrella del rock que se acercaba por aquí quería conocerle y Diego A. Manrique cuenta que estando en el mismo hotel de Nueva York, Mick Jagger le invitó a una fiesta que celebraban dos plantas más arriba, y el de la Isla que estaba a lo suyo y en su fiesta le contestó que estaría encantado de que él bajase a la suya. Estas cantiñas que suenan con alma de jota están dentro de uno de sus discos más valorados, «Arte y majestad», editado en el 75. De alguna manera, los franceses han hecho diferentes estos sitios y en el cante suenan el Puente Zuazo, Napoleón, y la bahía entera. Camarón se está convirtiendo año a año más en lo más grande que ha dado San Fernando, asi que mejor harían los políticos isleños en dejarse de mamoneos y hacer una ruta camaronera para turistas y mitómanos que fuese respetuosa y se dejase de tonterías. Y que de paso revitalizase el flamenco desde abajo, todo el año y sin darse pisto. 


Camarón, Paco Cepero y El Turronero

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