En los últimos años me he ido haciendo con una colección de biografías del rock y esta Navidad, una de ellas ha sido la de Bruce, el colega de New Jersey. Las hay buenas, regulares y malas. La del Boss está con las buenas. Por sorpresa para mí, que teniendo sus primeros discos terminé sospechando un poco de tanta energía y tanta épica. En cada final de capitulo hay como un crescendo de esa grandilocuencia, como si fuera una tentación de la que no puede escapar, escribiendo o componiendo. Pero hasta eso, además de una agilidad energética marca de la casa, la hace buena.
Y para hacerle una entrada me he encontrado esta versión del Jungleland en su primera gira europea, 1975, con el Born To Run, el disco que marca su primer gran cambio, recién nacido, calentito. Es la canción que cierra el disco y la más melodramática con diferencia. Pero aquí es un Springsteen más tímido, no lleva bandana, sino un gorro marinero de lana y no luce músculos, es más bien el vagabundo (tramps like us…) de Born To Run, aunque la banda vista de traje mafioso. En el libro se reflejan todos los nervios con los que llegaba a esta cita. Leyéndolo he llegado a la conclusión de que es, ante todo, un tipo que lo tenía muy claro, y aún así, este concierto era de los importantes, de los que se va con miedo. Detectó pronto su talento para componer canciones, y en su cabeza, tal y como lo cuenta, siempre tuvo claro ese estilo de banda que les ha llevado a estar toda una vida juntos, pero separados, Bruce Springsteen & The E Street Band, el directo como bandera. El concepto de banda y el concepto de los Estados Unidos que quería describir en las canciones. En algún momento del libro se siente un Kerouac rockero. Me lo creo. Mucho más de lo que me lo creía antes. Por eso me he tragado sin rechistar, cinco veces en dos días, estos nueve minutos que hace treinta años se me hacían muy pesados. Toda la grandilocuencia de la entrada, el solo de guitarra en su sitio, el piano de Roy Bittan, la urgencia de la letra y el tremendo solo de Clemons, todas las subidas y todas las bajadas…
Y se te ha escapado el enorme trabajo del piano de Roy Bittan, una obra maestra por si sola.
jajaja, ya lo he corregido….