Victor Coyote es un tipo legendario. Vino en kayak de Tui a Madrid a tiempo para hacerse con una estética rockabillera y convincente, un tremendo corte de pelo que no era normal y una buena base de fans en el Madrid de la movida, el último Madrid bueno. Allí se arrancó con Los Coyotes, su antiguo apellido, y un disco latino que hablaba de señales del destino.
Solo escuchar ese estribillo hiperrealista me engancha a esta canción, a su ritmo machacón, de pasodoble-boogie con guitarrazos de rock torero y su video con aire a Amanece que no es poco, todo suena tan ibérico como sólo lo podría destilar este gallego emigrado a Madrid para remar en el Miño. Después de los Coyotes, se dedicó a dibujar, lo que hace con mucho vicio. Recuerdo muchas páginas suyas, firmadas como Víctor Aparicio, en el Madriz con viñetas a veces como a tiza o como montajes con desencuadre, a veces como siguiendo la línea clara, siempre manteniendo la personalidad. Nunca ha dejado de ser un aspirante a crooner, como lo era Coppini y lo petó en el Malecón, supongo que en los 90, cantando los grandes éxitos de Víctor Abundancia…, «Yo, que creo en el Diablo, en el Santo Job, en el Mar de los Sargazos, en la gota que colma el vaso y en la Sangre del Señor…» es de años después, de cuando en el 2012 Munster le lanzó un EP con el retador título de A Qué Viene Ahora Silbar. La recuperó este año con Ariel Rot junto al Miño para un programa de la tele pero eso ya es otra historia, la de un tipo de Tui que siempre se mereció una orquesta.
Los dibujos del Madriz