El Niño de Elche es el personaje musical que más me interesa desde hace tiempo. Un tipo que ha demostrado su sabiduría, eclecticismo y arriesgado hacer en estos últimos años. Hoy viene aquí por ser un aspirante a catedrático del flamenco, picajoso y enciclópedico en este triple vinilo de mucho antes de la pandemia. No ha dejado de currar antes, durante y después convirtiéndose en el cascarrabias nacional de la izquierda podemita y del mundo woke. Suele contestar y dialogar siempre con lo que anima bastante el cotarro. Todos vienen a decir lo mismo, estarás de acuerdo o no, pero el Niño es de las cosas mejores que ha dado la música ibérica en los últimos años.
Esta heterodoxia menendezpelayesca, dada la producción caudalosa del ex-flamenco es antigua. De 2018. Un triple vinilo con ocho incursiones entre lo clásico y lo experimental abriendo la música española el mismo año que lo hacía Rosalía. Raíces parecidas, desarrollos diferentes. El disco se abre con algo que es lo más antiguo del folklore español, un cante de labor urbano cantado dos veces. Primero, por un artesano como si estuviera sacado de un programa de Raíces, episodios de media hora de puro folklore, que hizo Manuel Garrido Palacios en la 2, entre 1972 y 1983 y que muchos recordamos. Después por el Niño de Elche en modo telúrico, esas soledades que escribió un poeta colega de Gustavo Adolfo Bécquer llamado Augusto Ferrán y que tienen toda la rima consonante de las fábulas y Campoamor. El Niño hace de esta Soledad y de la estancia de Paul Lafargue, el yerno de Marx en España, las bases de un encuentro que daría lugar al Derecho a La Pereza del activista franco-cubano. La sabiduría del Niño de Elche la va enseñando, no ha tenido muchos reparos en rescatar y su buen gusto está más que demostrado. «Hay una pereza activa/ Que mientras descansa piensa/ Que calla porque se vence/ Que duerme pero que sueña/ Es como un leve reflejo/ De la majestad suprema/ Que eternamente tranquila/ Sobre el universo reina.». Y sigue evolucionando a la misma velocidad con que va pisando charcos. Con él me pasa lo que decía Calamaro, no me importa en que líos se meta el Niño…