Una de las ciudades claves en la música negra norteamericana es la del viento, Chicago. Ahí nació el mejor guitarrista blanco de blues de todos los tiempos, Mike Bloomfield. Hijo de un millonario, a los quince años comienza a visitar con un amigo los garitos de blues del lado Sur. Allí aprendió y allí deslumbró, ganándose el respeto a base de solos gigantescos, uno de los primeros guitarristas blancos en los bares de negros. A los 21 años entra en la banda del armonicista  Paul Butterfield y a los 22 es el guitarrista de cabecera del Bob Dylan más crucial. Con él grabó «Highway 61 Revisited» y se enfrentó al público hostil del Newport Folk Festival.

Allí coincidió con Al Kooper, el teclas de «Like a Rolling Stone»  y se hicieron buenos amigos. Dylan les ofreció seguir con él pero tanto uno como otro prefirieron sus propios proyectos. Kooper con Blues Project y Bloomfield con Paul Butterfield, primero y The Electric Flag después. Tras coincidir  en una sesión con Moby Grape, un grupo de la Costa Oeste, Kooper le propone grabar un disco como dos músicos tocando clásicos, con tomas directas en solo dos o tres días. Contrata como base rítmica a los de la Electric Flag, cinco días de estudio y un chalet de lujo. Es mayo del 68. Según lo cuenta Kooper, los demonios interiores que torturaban a un Bloomfield que padecía insomnio desde la adolescencia redujeron la sesión a un solo día. A la mañana siguiente se encontró una nota de Mike, «Alan, no puedo dormir. Vuelvo a San Francisco. Gracias, Lo siento y buena suerte». Ese único día sirvió para hacer la cara A de este disco, donde Bloomfield desplegó toda su limpia guitarra, la más blanca que pasó por el blues. Y por eso la cara B es con Stephen Stills. «Supersession» fue el escenario perfecto para que Bloomfield desplegara su magia mientras su leal amigo dirigía la banda.

Bloomfield y Kooper en la famosa actuación de Newport

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