Después de las versiones que de los Selecters hacían los Elegantes, ska hubo poco en la España ochentera. Claro que montar un grupo de ese estilo siempre presenta la complicada coyuntura de los vientos. Tendrían que venir los Refrescos y su Aquí no hay playa que aunque los puristas me maten por esto, era un gran ska. También los Kortatu sabían hacerlo y del mejor. Pero este Latin Ska Fiesta era para los fieras. Y donde se cocía lo bueno para las fieras en los 90, exceptuando a los Guaqui Taneke en Madrid y los primeros pasos de Potato en Vitoria era en la Barcelona preolímpica.
Una Barcelona guapa por la que paseaban los Mano Negra de la patchanka y donde la Barceloneta aún era un sitio destartalado y surrealista de paellas y playa portuaria. Donde como un trasunto de Alta Fidelidad, un agitador cultural llamado Jorge Gil Pérez y su alter-ego DJ Ragnampizza, desde su tienda Demo Record Shack ejercían como vendedor y ventilador de lo mejor que desde Jamaica y Londres llegaba. De sus cajones salian discos de los Toasters y escribía artículos en el Ruta o en el RDL que eran biblias de lo rude. La época en que Zafiro desempolvó el catálogo de la Trojan. Ese año 90, cuatro valientes montaron Semaphore Records y sacaron lo que con orgullo llamaron La Primera Recopilación de Grupos de Ska de la Península Ibérica. Ahí es nada. Estaban Dr. Calypso, los Guaqui, Skatala, Los Skarabajos, Little Feat y Números Rojos que en uno de sus dos temas funcionaban como base de un Dl Ragnampizza que agarraba un micro para soltar un speech con mucho flow y mucha rabia. Barcelona se hacia europea y un Ragnam sobrado de lírica ya se olía el lado malo de la historia, «Toda la ciudad esta gritando/ que tiempos son estos que está pasando/ Tanta Olimpiada tanto europeo/ nos comen la vida y encima el dinero/ más opresión, más racismo/En Bruselas hablan de optimismo… Números Rojos, subid volumen/ sentíos rasta, sentíos lumpen». Ave Europa, Barcino te saluda.
