A principios de los 2000 hubo un onda de revivalismo garajero (así la definieron los críticos) que por el lado americano traía a los White Stripes y a los Strokes, y por el lado británico a los Libertines. Producidos en este primer trabajo por el clash Mick Jones, su disco no tiene el megahit de los White Stripes, ni el glamour de los neoyorkinos pero si tiene un sonido rápido y efectivo, canciones más compactas. La asidua aparición de Doherty junto a Kate Moss; la pareja glamourosa de un par de años para la prensa rosa inglesa; y sus adicciones, acabaron con el grupo en un par de años.
Doherty, que se ganó un viaje a Rusia en un concurso de poesía del British Council a los 16 años fue un estudiante brillante con letras siempre dispuestas a ir por lo más oscuro. La producción de Jones, concienzudamente sucia, deja en el aire esa acústica para meter el riff de Barat y el acento cockney de Doherty contando una extraña historia, «From way far across the sea, came an Eritrean maiden, she had a one track mind and eyes for me. Half blinded in the war. With a pale young Anglican, who said he’d help her all he can. Showed her Jesus and his little un-holy friend, she had no mind to please him, just say ‘ta-ra’ and leave him behind» , siempre con el riff machacando por debajo hasta tener su oportunidad en un magnífico solo final. El estribillo habla de fantasmas «So baby please kill me, oh baby don’t kill me. But don’t bring that ghost round to my door, I don’t want to see him anymore» , y parece recordar el primer curro de Doherty, de enterrador en el cementerio londinense de Willesden.