El tango de hoy es madrileño. Los Malevaje fueron la unión de gente de los Coyotes y Caligari con el cantante de tangos Antonio Bartrina en torno al local El Salero, un sótano del barrio de Malasaña, con las mesas de cristal. Allí se fue forjando el único intento de tango madrileño fetén que haya salido nunca del foro. Las canciones de Malevaje tenían tres caras, la de las revisiones de clásicos, las letras de Bartrina y las letras de Zabaleta, el manager más poeta del que tengo noticia.
Suyas eran letras de tango donde se corría por el templo de Debod, se imaginaba uno en la esquina madrileña del mirón o se reía con la caída del peatón en el Paseo del Prado. Pura letra tanguera, de literatura, drama y gotas de humor ácido como la de este «Un amor para las seis», en la que la plaza de Santa Ana se nos aparece tan clara como nos la describe el soñador Bartrina, «la mujer que a mi vendrá tiene ojos malvavisco, desenvuelta en el aire su mirada como el mundo, todo lo que presentía se ha cumplido, que extrañeza, me han dejado sin una queja…». Se ven las horas pasar entre las palomas, los niños y sus recuerdos…, «pasan los minutos, y a la puerta siempre miro, creo verla y mas verla hora y media, hace dos semanas que aquí vengo a la hora de la cita, cuando venga, que haré yo?» (las últimas palabras que no se oyen en el video son las del disco, problemas técnicos). El acento será horrible pero está bien hecho y con respeto, y la letra es de verdad sentida… y madrileña.