El mejor amigo de los insectos. Jonathan Richmann es , ha sido y será uno de los cantautores más simpáticos, descarados y extraños que ha tenido el pop. En plena furia punk publicaba «Rock’n’Roll With The Modern Lovers», con la producción de un John Cale, al que imagino un poco alucinado viendo el material de su antiguo fan. Un dibujo-foto del grupo vestidos como los grupos hawaianos de los cincuenta y una colección de canciones naif , pegadizas y alegres donde cabía un semi-éxito como «Egyptian Reggae», una canción sobre los cuatro angelitos y las esquinas de la cama y este «Ice-Cream Man».
Algo tenía Richman que en los primeros Modern Lovers, los del 76, se rodeó de gente que luego estaría en Cars o Talking Heads. La apuesta era arriesgada, su aliento infantil tenía poco que hacer en los tiempos de la new-wave, pero su club de fans era fiel y tenía nivel mundial. Rápidamente enfocó su carrera en modo b. Un par de discos a finales de los 80 con su inseparable Andy Paley y a partir de entonces las giras con el batería Tommy Larkin. Su estilo ha marcado época y aunque resulte raro eso de que le llamen el padrino del punk, entre sus admiradores está medio rock americano de los noventa. He sido fan suyo hasta los huesos y también he dejado de serlo, y volver a escuchar esto presentándose y cantándole al heladero con una acústica y un poco de percusión, «Hi there everybody/ We’re the Modern Lovers/ We’re gonna sing about the ice cream man for you/ Well now, ice cream man, upon my street/ I heard your truck outside, it’s really neat/ Ice cream man, upon my block/ Your little chimes, they reel and they rock», me hace pensar que sí, que el verdadero punk tenía mucho de la desnudez y el descaro que este bostoniano proponía. El cínico de Lou Reed sobre los años de Richmann como fan de la Velvet (dice que llego a estar en 500 conciertos) declaró que no se sentía responsable.
