Lleva saltando en el ipod este tema con demasiada frecuencia y siempre me pilla de sorpresa ese ambiente flotante, mantenido, ese punteo de bajo, la batería casi solista y los teclados apenas haciendo efectos. el extraño sonido que esta gente conseguía sacar en los tiempos míticos de Canterbury, 1966. La vida tiene muchas revueltas. Daevid Allen australiano alquila una habitación en la casa de los padres de Robert Wyatt, siete años menor que él. Llega con sus discos de jazz, enseña al hijo del casero a tocar la batería y forman Soft Machine. Conectados con Mallorca y el círculo de Robert Graves, en uno de los viajes Daevid Allen se queda en Deiá.

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Primitivamente psicodélicos
Compartían manager con Jimi Hendrix, lo que además de una caótica gira de presentación por los USA, les permitió grabar su primer disco en estudio durante cuatro dias de los seis meses que Jimi tenía para hacer el Electric Ladyland. Un disco grabado a toda prisa y del que Kevin Ayers diría amargamente: «Eramos una banda de mierdecillas blancas tocando su antifunky intelectual y ruidoso». De lo que guardaron buen recuerdo fue de la gira posterior con un Hendrix en su mejor momento, pese a que acabó con ellos como grupo. Wyatt era un multi-instrumentista precoz, Ratldege un graduado en filosofía y psicología por Oxford, y Ayers  se sentía fuera de lugar. Después de un viaje a Ibiza para recuperarse declaraba elegantemente, «Robert y Mike iban más lejos en la teoría musical y creo que yo les aburría». Pero a él le pertenece la magia de este «Joy of a Toy», «Usé un bajo Gibson con cuerdas de nylon. Suena bien para solo, pero no para el bajo tradicional. Por eso sonaba elástico y pinzado». Kevin Ayers quedó tan harto que le regaló su bajo a Mitch Mitchell (el bajista de Hendrix) y pasó a ser uno de los crooners más personales de los 70. Pero eso ya es otra historia.
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