Tengo muchos prejuicios sobre Jay-Z. El primero la excesiva ampulosidad de los popes del hip-hop, ese my, myself and I cansino, y lo lejano del lenguaje, aunque siempre estén las bases. Pero cualquier música que venga de ellos tiene asegurado un feeling particular y en el caso del rap algo que me hipnotiza y que ha sido imitado por todos los músicos dance. El desarrollo de un sampler y la variación que permite el rimado y el flow, un arreglo en el que lo importante es el significado y hay más palabras que notas.

Además Carmencita ha insistido en que me deje de tonterías y limpie la cera. Y escuchar como de esta intro que aconsejo oir de Los Angeles Negros (https://www.youtube.com/watch?v=Q5aitArWlPQ), el rapero saca esta pedazo canción donde la intensidad sube con los segundos, siempre punteada por esas cuatro notas que se inventaron hace más de cincuenta años unos chilenos románticos. Existiría esa canción sin esa intro? Supongo que sí. Jay Z cultiva el exhibicionismo petulante del hip hop pero su inteligencia brilla por encima de si mismo. Esta canción esta en The Black Albúm el sonoro golpe en la mesa que el neoyorquino dió en el 2003, un año antes de convertirse en el capo de Def Jam y en un hombre de negocios que hace discos. Si Dylan y los viejos estrellones pop esperan a los 60 para novelar sus tiempos, a los 40 Jay-Z publica Decode, una autobiografia donde añade 36 letras de canciones y cuenta su paso del negocio del crack al negocio en general. Y esta es una de las canciones elegidas, con su estribillo redondo y perfecto «It’s my life, it’s my pain and my struggle/ The songs that I sing to you is my everything/ Treat my first like my last, and my last like my first». Un tipo ambicioso, con talento, ideas y muchas ganas de gloria. Quizás algún día sea candidato a presidente de los Estados Unidos de América.

Preparando la campaña

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