Después de tres o cuatro discos con los Arctics, Alex Turner se metió en esta aventura con un socio de tronío, otro de los niños prodigio de la música británica, Miles Kane. Juntos montaron un grupo de nombre indie, The Last Shadow Puppets y se marcaron, para gloria de su influencia común, Scott Walker, un disco de canciones pop con arreglos orquestales. La base son las guitarras de los dos y sus voces, con una pata en las canciones y la otra en la particular forma de tocar la guitarra de Keane, llena de twang y efectos.
The Little Flames, el grupo de Keane, ya había teloneado a los Arctic en más de una gira y fue fácil para los dos músicos tener una lista de canciones preparadas con el batería James Ford. El bombazo vendría con el tratamiento de cuerdas y orquesta que preparaban para seguir el camino de las baladas setenteras de un Scott Walker vaquero. Owen Pallet sería el encargado de la orquestación y no se repararía en gastos, una sección de 22 miembros de la London Phillarmonic Orchestra participó de manera protagonista. Turner es un letrista espeso y no le cuesta ponerse oscuro/trascendente, «And were just following the flock, round/ And the inbetween, before we smash to smithereens/ Like they were, and we scrambled from the blame/ And its the fame that put words in her mouth/ She couldn’t help, but spit em out/ Innocence and arrogance entwined/ In the filthiest of minds«. Hay momentos demasiado pomposos, demasiada guerra fría, pero la calidad de estos dos y su naturalidad a la hora de marcar un sonido y seguir una idea despeja dudas. No han vuelto a hacer ningún disco más aunque siguen colaborando en sus respectivos trabajos. Pero ahi quedó, «The Age of Understatement», una joyita de pop orquestal en pleno siglo XXI.
