Siendo un grupo de género son el grupo más personal de la escena española. Y siendo profundamente americanos lo son a la manera ibérica. Que tal como están las cosas es la manera universal. Se marchan a Chile y encuentran el espíritu de Violeta Parra, un mito recuperador del folclore chileno. Asombrados, transcriben el lamento malinche de Violeta Parra a una densa guitarra sucia en el camino de Guarroman. Los Guadalupe descubrieron la conexión con lo andino, lo austral y lo auténtico para llevarlo a su palo, el blues ibérico, arrebatado y fangoso. El blues de la España profunda.

La del Miserere de Bécquer. En la portada de su último disco recrean un exvoto como los de la ermita de Ntra. Sra. de Todos los Santos de Álcala de los Gazules, donde aunque no se recuperen de una enfermedad, agradecen que no les hayan robado los instrumentos. Desérticos y entre olivares los GP se recorren el mundo entero con la más sencilla de las recetas de este tiempo moderno. Tienen muy claro lo que son, gente de Jaén; lo que les gusta, lo oscuro y lo maldito y la música que necesitan para vivir, el blues del pantano. Más el talento instrumental para conseguir un sonido que refleje de manera tan material lo atávico. Música de brujos y chamanes. Gente de cruce de caminos que sabe que nunca sobra un amuleto. El espíritu de los mapuches, que Violeta Parra supo traer a los tiempos modernos, es el mismo que los Guadalupe traen con ese blues americano a una península europea. Las presencias no tienen patrias. «¿Qué he sacado con la luna/ que los dos miramos juntos?/ ¿Qué he sacado con los nombres/ estampados en el muro?/ Como cambia el calendario,/ cambia todo en este mundo.»

El exvoto de los Guadalupe

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