Un día como hoy. Cuarenta grados y nublado. Primer día de calma después de seis de absoluto Levante. Un calor arenoso que hace sudar chorros. Cambiando el Levante por el asfalto un bochorno parecido al día de más calor del Harlem Este a mediados de los 60.  Allí se empezó a cocer, unos pocos años antes de este tema el boogaloo. Alrededor de ese barrio se fundo la Fania y convivieron los músicos que habían venido de Cuba en los 50. Con los músicos de jazz, los de rock y toda la música negra, con Pérez Prado y su mambo y con los músicos caribeños que llenaban las big-bands. Y alli surgió ese estilo genuinamente neoyorquino que es el boogaloo.

Recién llegado de Cuba, en el 50, Ramón «Mongo» Santamaría encontró trabajo en la orquesta de Pérez Prado y después en la de Tito Puente. Su capacidad para aprender los códigos del jazz y su maestría en la rumba le sirvieron para llamar la atención de estrellas como Coltrane o Gillespie que sacaron versiones de su Afrobeat, un tema de 1959. Otro de sus exitazos, Watermelon Man tiene su pequeña historia detrás. La banda tocaba en un semivacio local del Bronx. Con ellos estaba a sueldo Herbie Hancock, que sustituía en la banda a Chick Corea. Aprovecharon la ocasión para que Hancock les enseñase la melodía que tenía en la cabeza. Santamaría le pidió permiso para grabarlo y allí tuvo su mayor éxito. Cuatro años después sacaba este Sweet Tater Pie, con su propia orquesta y la rítmica sección de vientos basada en la trompeta de Marty Scheller, una red sobre la que las congas se movían con personalidad propia. Ya que hay que sudar, hacerlo con clase.

Un conguero de clase

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