Si algo cambió Kiko Veneno desde este disco a los del resto de su carrera fueron las letras. El enorme talento rumbero que le ha hecho cantar unas cuantas de las canciones más metidas en las entretelas de dos o tres generaciones, le fue haciendo olvidar su querencia del principio por Dylan. La primera vez que escuché esta canción tenía diecisiete años y quedé noqueado. Nunca había escuchado una letra tan beat casi de ningún poeta español, menos aún, cantada con este desparpajo.

Por supuesto que me la aprendí de memoria. Y si la escucho la puedo cantar entera «Contabilizamos las corrientes de aire/ nos oímos los unos a los otros/ nos ocultamos de las aves rapaces/ que nos buscan derecho a los ojos/ agárrame por el hombro/ porque no me acaricias/ pinta garabatos en mi frente/ y veme haciendo un hombre/ Cultiva todas tus artes mientras esto siga rodando/ extranjeros se fijarán en tí/ y dirán que el pañuelo es un mundo«. Las guitarras de Raimundo y Rafael son menos flamencas, aunque nunca pierdan el toque. La letra es urgente y no puede sonar a rumba. Pero sigue habiendo cambios flamencos, Dylan en Sanlúcar. «Anotamos todas las fechas/ adulamos a nuestros criados/ las cucarachas corren el riesgo/ de ser sorprendidas por la noche». Y luego el parón, el virtuosismo de los Amador y el  «Sientáte en los bordillos/ mira pasar los ruedas/ notarás la espalda encorvada/ la cabeza colgándote del cuello«. Bufff. Nunca volvió a ser así y este disco que pasó desapercibido en su momento se ha convertido con el paso de los años en el disco sin el que no se pueden comprender un montón de cosas.

Los auténticos e inimitables Veneno

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