Este tipo caminó entre el rock americano como un coche de los cincuenta, imponente y bien engrasado, un Thunderbird de película, solo preocupado por su música, componiendo y viviendo en Tulsa, un joven solitario metido en su guitarra y construyéndose su propio estudio de grabación para aficionados. Después sus años en Los Angeles, sus composiciones y sus conciertos acústicos, los empleos para pagar el alquiler y ya con 32 tacos un día oye por la radio una vieja composición suya y voilá… After Midnight, en la versión de Clapton le lleva al estrellato. Vendrían Cocaine y unas cuantas más.
Este padre de la americana se alegró por lo conseguido y siguió grabando. Fueron llegando más pelotazos pero JJ Cale no dejó su soledad. Pocas entrevistas y apariciones por goteo cuando salía editado algún disco. El mejor guitarrista de la historia para Neil Young fue dejando perlas en cada disco que fue sacando durante un par de décadas ajeno a festivales o modas. Esta orfebrería de minuto y medio abre Grasshopper, su disco del 82, un arpegio sobre el que hablar sobre la carretera y la vida del vagabundo, «Had me a woman down in tennessee/ Boy she used to love me/ Free fever got me and I had to go/ I never seen that woman no more…». Se mostró huraño cuando tuvo que explicar que en Cocaine no hacía apología de nada pero sus conciertos acústicos y las entrevistas que fue concediendo siempre aparecía como un tipo tranquilo, inmutable como el desierto y tan okie como solo lo puede ser un okie. «Drifters life is a drifters wife»