Después del sudoroso el-soul-va-hacia-el-funky de Bobby Womack, otro soul, menos barroco y que en vez de inventar el funky mira el blues o el godspell. Cuando Womack escribía Across the 11th St., este Charles Bradley tenía 24 años y trabajaba de cocinero, si los hubiera tenido en el 2018 quizás hubiera participado en un got talent televisivo, porque el veneno de James Brown lo tiene desde los 14 años. En cambio editó su primer disco pasados los sesenta y con una banda de blancos detrás, como Otis Redding en la Stax.
Esta entrada va dedicada a su muerte de la que hará un año el 23 de este mes. Fueron unos escasos seis años de vida profesional, desde que a los 62, en el 2011, editó su primer disco, un lapidario No Times For Dreaming donde se reflejaba su ajetreada vida y el asesinato de su hermano Joseph, él mismo que se la salvó en el 94 tras un shock alérgico a la penicilina. Cocinando profesionalmente para poder comer y cantando por las noches para poder vivir. Recuperó el personaje de The Screaming Eagle Of Soul, se buscó los clubs y de repente, como un Chiquito de la Calzada de otra dimensión, en las circunstancias adecuadas, Bradley disfrutó de siete años finales de absoluto reconocimiento. Como cualquier sentencioso viejo le decía a RS «Me preguntó a mi mismo porque me ha tomado tanto tiempo vivir de la música, pero uno no se puede cuestionar cuando Dios quiere que se hagan las cosas» Y en este caso quiso que le viera un soulero blanco con discográfica que no dejó pasar la ocasión. Y la DapTone que así se llama la disquera, edita el 8 de noviembre de este año, cuando hubiera cumplido los 70 años, Black Velvet, un trabajo con descartes de los tres discos que publicó y donde está este I Feel A Change. Y me quedo pensando que si Womack refleja una época, Bradley refleja un espíritu.