Mark Eitzel es ese tipo raro con una sola ceja y barba que a principios de los 90 se paseaba con los American Music Club, una banda hecha para él que duró hasta mediados de esta década. Fue de los primeros que supo contar la tragedia del SIDA, la que se llevó por delante la escena de los 80. El cambio de siglo fue duro para los cantautores como Eitzel, pocos royalties y a vivir como se pueda. La gente pidiéndole rock y él dándoles tristeza. En la foto de la portada, una habitación de hospital. Lo que le faltaba al rey de la melancolía.

El comienzo de la canción es toda una demostración del viejo Mark. Su derrota nos derrota a todos. Es abrumador el comienzo y parece salido de la niebla, «Let’s go toast the twilight at the old horror house/ It’s the graveyard, the music’s loud, the future’s bleak/ And we’ll say hi to lead pipe/ Books the bands, says he’s free», cantando como si un cansancio húmedo cayese sobre los instrumentos. Se oye el dedo en la cuerda. Un sutil cambio para llegar al nombre de la canción «The music, it was blasting/ And i couldn’t hear what she said/ Oh, but when she signed my poster/ She wrote i love you…But you’re dead». Buff… Este disco llamado Don´t Be a Stranger es su primer disco en solitario desde 2001 y el primero sin American Music Club desde 2008. Eitzel ya tiene 53 años cuando saca este disco en el 2012 y si lo hace es para demostrar como puede transmitir con una manera de cantar, sólo eso. la voz, su seña de identidad. Y lo oyes y te das cuenta de que no es nada alegre, es bello. Y te atrapa.

An American songwriter

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