Me colgarán por esto pero son el mejor grupo gallego de los 90. Lo más fresco, lo recién pescado, el mayor fenómeno de masas del rock jallejo. Los Heredeiros son del Barbanza, el lado norte de la ría de Arousa. Una zona brava donde se habla con la jota o la ese y se pesca en alta mar. Y los Heredeiros son, de lonxe, el grupo más divertido que nunca canto en gallego. Toñito de Poi, guitarra, voz, Javier Maneiro voz, O Jran Fran bajo y Tuchiño a la guitarra solista fueron siempre el núcleo duro. 

En un año los ví en una discoteca de Moaña, en el pabellón de deportes de Ourense, en el Nova Olimpia de Vigo y en el Cafe-Bar A Pedra de Bembrive. En todos los sitios racharon por igual. La discoteca acabó con los sillones por los suelos y en el pabellón la gente toleaba. Ni tonterías, ni cosas de esas, el grupo de Tuchiño dio con la tecla y no habia aficionado entre quince y cuarenta años en la Galicia del momento que no flipase con ellos. Todos los conciertos eran festa segura. Rock por la cara y letras desternillantes, reales como la vida misma. Cuando se trataba de cantar un desamor te mandaban un pildorazo envuelto en rock de la vieja escuela;  «Eu che ofresín de todo corasón, a cosiña, a salita e a miña habitasión/ Non quero nada de ti, non quero nada de ti, nin o rosario de tu puta madre/ ¡Ai pendeja! ¡Asoméjaste a tu padre!/Dis por ahí que ando borracho como un can, que son un desjrasiado e que me portei moi mal/ e ahora mala perra me volves a chamar, me contas catro contos pra volverme a liar«. Canciones como «Quero josar», «Operasión champú» o «María, o teu fillo fuma porros» sonaban en cualquier sitio de la costa o del interior. Gamberros con talento, los Heredeiros conectaban el orgullo con la fiesta, el pulpo con la batería y el frenaso con el calzoncillo. Y así  reinaron dos o tres años en la Galicia de don Manuel.

Heredeiros, 20 anos despois

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