Otra vez visita el blog Kevin Rowland, el único tío que tiene más malas pulgas que Van Morrison en el mundo del pop. En su tercera reencarnación, la primera como soulero de los muelles, y la segunda como soulero hippie con peto vaquero, Rowland decide que ya son adultos, los Dexys quedan reducidos a trío y se visten de golfistas en Saint Andrews. Más ingleses que un Mini.

Lo que parece comenzar como un homenaje/plagio a Warren Zevon, acaba entre los vientos y la forma de cantar de Kevin en pura dexedrina de la medianoche. El grupo ha quedado reducido a Helen O´Hara y un par de músicos más que escaparon después de la grabación, hartos de las tiránicas manera de Rowland y echando pestes del jefe. El disco costó mucho dinero, no tenía un hit como Come On Eileen, se negaron a editar ningún single y la prensa le llevaba esperando años con las garras afiladas. Fantasmada fue lo menos que se oyó. Y tenía su poca de verdad, el disco era pesado y plomizo. Pero guardaba para los fans un tema furioso, con su toque irlandés. Una mañana de música en la radio suena lo mismo que los socialistas ingleses preguntados por el Belfast, «We’re for Sandinista, Cuba’s militia,/ the P L O, M.P.L.A, Afghanistan and Babylon»/ They went on and on and on and on/ And I said: «Alright, Alright/ but what do you think about Belfast?»/ And what did they say?/ Well, their replies were various/ but they all had one thing m common/And what was that?/ They all sounded the same/ You mean they sounded alike ?/ They all sounded the same». Tenían razón en la política, pero en lo musical comenzaban a sonar los Smiths y aquello si que no sonaba a lo mismo. En el 85 el tiempo de Rowland y su mal genio quedó atrás, pero con sólo tres discos dejo uno de los sellos más personales de los 80.

Los terceros Dexys, y el espíritu de Zevon

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