«The Girl I Can´t Forget» estaba en el lado soleado del callejón. «Poor Boy» en el sombrío. La melancolía puede ser el mejor refugio. Esta canción pone los pelos de punta sin entender la letra. Todo Nick Drake lo hace. El pop tiene esas cosas, lo he descubierto hace apenas dos años y si puedo lamentar no haberlo hecho antes, agradezco que para mi cabeza aún haya sorpresas así. La sensibilidad de este inglés de personalidad depresiva que transitó por el british folk de los 70 era extrema y la tibia acogida a sus discos (nunca vendió más de 5.000 copias) le llevo a un suicidio-error con la dosis de su antidepresivo el  25 de noviembre de 1974.

Nick Drake en el callejón, viendo pasar la vida
Pero lo que el público no se lo daba sí que se lo dió la gente de la música que siempre confió en él. Para este disco contó con la producción de Jonh Cale y músicos de estudio como el magnífico piano del sudafricano Chris McGregor representante del llamado Cape-jazz, y el saxo de Ray Warleigh. Y lo supo aprovechar. Una deliciosa confusión entre el piano y la guitarra da paso a  Nick Drake casi susurrando «Never sing for my supper I never helped my neighbour. Never do what is proper for my fair share of labour- I’m a poor boy and I’m a rover. Count your coins and throw them over my shoulder, I may grow older» Para los coros que rompen el tema como un rayo de sol el nublado, dos coristas de excepción, Pat Arnold y Doris Troy (buscándose las lentejas entre sus giras con Solomon Burke, Clapton, Stones..). Parece reflejarse con triste ironía en la parte final, «Never know what I came for seems that I’ve forgotten. Never ask what I came from or how I was begotten. I’m a poor boy and I’m a ranger. Things I say may seem stranger than Sunday changing to Monday…Oh poor boy so worried for his life Oh poor boy so keen to take a wife». En los 90 gente como Robert Smith y Paul Weller comenzaron a reivindicar una figura que no ha dejado de crecer. Si Fountains of Wayne eran los cereales de la mañana primaveral, el reconstituyente, Nick Drake es la infusión tras la ventana lluviosa, el que te arropa.
 
 
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