Siempre he asociado esta canción con los amaneceres, no sé porque. La leyenda de Gualberto en el 75 tenía un prestigio máximo, había estado en Smash, y viajado por los USA estudiando en sitios de nivel y tocando con gente importante. Se había convertido en un teórico de la música y antes de meterse de lleno en una etapa orquestal y de vanguardia dejo dos discos para el sello Gong, este de los tarantos en el 75 y «Vericuetos» en el 76. También habría más tarde una interesante y difícil colaboración con Agujetas en el que como él mismo dice, se limitó a tocar el sítar como una guitarra de acompañamiento de flamenco. Después durante los noventa hasta ha firmado una versión del himno andaluz para oboe y quinteto de cuerda y si buscas su blog disfrutarás casi todos los dias de una tapita.

La etapa americana de Gualberto fue intensa, le dió para estudiar en la Julliard School de Nueva York y supo interesar con  su imposible fusión entre flamenco y rock a más de un productor. A la vuelta le estaba esperando García-Pelayo dispuesto a editar la primera referencia de Gong, «A la Vida y al Dolor». A la vida (la cara A) era un repaso acústico y bucólico a la primavera, el agua, o el arco iris con desarrollos más acústicos que eléctricos y el flamenco y el sitar que siempre va con Gualberto. Al dolor (la cara B), era más desigual e interesante, aparecía Morente en «Terraplén», y los temas eran más duros. Y el mejor, este, no solo por el título. Un rasgueo de guitarra eléctrica que se convierte en flamenca abre el tema con solemnidad, un intermedio que suena a los Smash de «Sonetto» y hacia el 2:10 los verdaderos tarantos, la locura del Gualberto guitarrero, acelerado por las mismas palmas que antes habían ayudado al violín. Con ese solo, después de una noche en vela, cogía vitaminas para unas cuantas horas. 

Un guitarrista de Sevilla

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