Me voy a llevar más de una bronca. Pero que cojones, Carlos Segarra se curró media España siendo el guitarrista de compañía de Sleepy LaBeef antes de sacar este primer disco, sí, antes que Loquillo, con gente de tanto respeto como Aurelio Morata. Faltaba tiempo para el Mediterráneo y algún que otro resbalón estilístico pero aqui todavia jugaba a parecerse a Carl Perkins.

Lo compré de madrugada en un bar de La Unión, después de una noche de acompañar pegando carteles del PP a mi primo. Podía ser el 81 o el 82 y los populares ni mandaban, ni eran los alcaldes de aquella zona que después arrasaron. Estando de paso en Cartagena tampoco había cosas más divertidas ni que dieran algo de dinero. Y me hubiera olvidado rápidamente de no ser por aquel cassette de Los Rebeldes. Carlos Segarra es un buen guitarrista pero sin el sutil toque pop que le dió Sabino Mendéz a lo que interpretaría Loquillo. Aquí no se preocupaba todavía de esas cosas y Los Rebeldes se limitaron a hacer rockabilly del bueno, con su toque de raunchy, sonido de contrabajo y letras básicas, «Cerveza, chicas y rockabilly/ me consiguieron salvar/ una vida nueva/ para mi acaba de empezar/ Vean esa es la receta/ lo demás por sí sólo vendrá». Una noche surrealista.

Un muestrario de tupés

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