Los músicos de estudio y los productores-músicos son una de mis debilidades. Hay una entrada sobre Nicky Hopkins, el músico de sesiòn más grande que ha existido. Norman Watt-Roy es más humilde. No es un bajista cotizado, ni ha tocado en la flor y nata del pop de los 60-70, la época dorada. Es un bajista de tugurio, imparable en directo, rico en matices en el estudio y amigo fiel. Ha tocado en muchos de los mejores discos de la música británica de los últimos setenta y primeros ochenta y ha sido el compañero insustituible del tremendo Wilko Johnson en sus interminables giras.
Ha editado solo un disco que no se encuentra ni en EBay, pero se le escucha en los discos de los Clash, en los de Nick Lowe, en los de los Selecters y metiendo la línea de bajo del rompepistas que marcó el cambio de tendencia, aquel extraño y bárroco Relax de FGTH. Y sobre todo se le escucha en los Blockheads de Ian Dury como se le había escuchado antes en el extraño grupo que montó con su hermano en los 70. Nada más y nada menos que el intento de hacer unos Blood, Sweat & Tears desde el progresivo rock inglés con el ampuloso nombre de The Greatest Show in the Earth. Consiguieron engatusar a los de Arista, un número uno en Suiza y se disolvieron sin ruido. Norman ya estaba en los Loving Awareness, la semilla de los legendarios Blockheads. En los últimos tiempos de Dury coincidió con Wilko que después de dejar los Feelgood no podía desaprovechar la oportunidad de tocar con la mejor banda en directo de los UK. Desde ese momento, Norman Watt-Roy nunca dejó de girar con el guitarra con más boogie de la Tierra. Unas giras que igual lo llevaban a Osaka que a Vigo. Y así lo ví, en una habitación de hotel con el viejo Wilko, un poco sorprendido de que un par de colgados de un fanzine le reconocieran por allí, junto a la estrella. Con el estuche del bajo sobre la cama.